Miércoles 3 de agosto, 2011
Luego, a prepararme de nuevo para salir: Bloqueador, repelente, mochila. Camino hacia el lado contrario de la carretera del que caminé en la mañana. Veo mis bandadas de nuevo. Observo, anoto. Camino de vuelta a la estación. Cojo mi compu y bajo al comedor, con una casaca extra en la mano para más tarde (la temperatura baja mucho por las noches) y la linterna frontal, para subir al cuarto luego en la noche sin sacarme la mierda. Sigo pasando datos, me conecto con el mundo un poco (internet satelital lentaaazo por 3 horas). Dentro de ese lapso de tiempo, ceno también. Además de pasar datos, escribo un poco también. Trato de postear algo, o al menos escribir un poco de las nuevas experiencias (o las cosas que pasan por acá) para postearlas luego. Cargar fotos para el blog demora la vida. Se va la luz (apagan el generador). Recojo mis cosas, subo al cuarto (una chozita de madera), me pongo pijama. Leo un poco más y cuando me empieza a dar sueño, a dormir.
Así veo mis días cuando no hay mucho que ver (cuando veo una o ninguna bandada mixta). Sea como sea, hacer un muestreo suele ser repetitivo (lógicamente, se debe tener una misma metodología todo el tiempo).
Es entonces cuando la rutina te invade, a veces te aplasta un poco. Entonces, para que la rutina no me juegue una mala pasada, estoy convencida (me he convencido con el tiempo, poco a poco) que no hay que perder la capacidad de asombrarse. Hasta con lo más pequeño. Con lo más grande también. Acá en Wayqecha, por ejemplo, el cielo es diferente todo el tiempo. Las nubes no están, y cuando están, a veces lo invaden todo, moviéndose con una rapidez alucinante. Lo cubren todo. Los colores del cielo cambian al amanecer, cuando el sol sale de a pocos, cuando atardece.
Ayer vi a 2 tucanes de montaña, por ejemplo (Andigena hipoglauca). Hermosos. Me hicieron el día jodidamente. Los vi, perchados en un árbol y luego volaron, frente mío.
Simplemente, en el campo o en la ciudad hay que saber dejarse asombrar por las cosas que nos regala la naturaleza, por los gestos de la gente. Nunca dar nada por sentado, porque las cosas en este mundo nunca están por sentado.
Asombrar y dejarse asombrar. Y así, la rutina no será aplastadora.
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